viernes, 4 de marzo de 2011

EL HONOR EN LA MONTAÑA DE LA VIDA

El otro dia indagando por Internet encontré este articulo de Cesar Perez de Tudela que me pareció interesante y me gustaría compartir con todos. (Corregido)
El honor es un sentido de respeto hacia nosotros mismos. Es un patrimonio del alma ganado con el digno ejercicio de la vida.El honor incide en el alma y el alma es la esencia misma del ser.El alpinismo siempre es un juego trascendente, sea cual sea la importancia de la actividad. No importan tanto las llamadas gestas como la lucha del hombre contra nuestra debilidad, siendo por tanto accesible a todas las vivencias del hombre en la montaña.El honor es esa cualidad moral de respeto hacia uno mismo que surge tras la limpia acción del juego alpino, siempre ideal y nunca materializado.Es la gloria derivada de los buenos hechos. Es la honestidad del inexperto que quizás tiembla en el paso acrobático. Es al fin el crédito personal frente a los demás. Siempre es una dignidad lograda con mérito, esfuerzo y riesgo.
Por ello sé que todos los alpinistas, independientemente de su categoría son depositarios de honor.Esa cualidad moral que nos ocupamos frecuentemente en negar a nuestros compañeros, para menosprecio de toda ésta fascinante actividad, que por su propia esencia puede ser también dramática.
En mi libro publicado por la Editorial Desnivel “Crónica Alpina de España”, afirmo en sus “Conclusiones” que tributo un sentido homenaje de admiración y respeto a tantos cientos, quizás miles de nombres, todos aquellos vivos o muertos, que practicaron el alpinismo. Siento verdaderamente la importancia de su lucha y de su esfuerzo; admiro los cuantiosos sufrimientos que el alpinismo lleva en si, esfuerzo generoso para que cada uno pueda ganar su propia y personal dimensión de gloria, respeto y honor.
El alpinismo, la escalada, las vivencias de la montaña, las situaciones “hipnagógicas” de la altitud, las alucinaciones propias de hipoxia, los agotamientos, tantos peligros frecuentes que significan en casi todos los casos, esa lucha del hombre para lograr su propia transcendencia, esa aproximación a lo sobrenatural que intentamos realizar.
Es regularmente cierto que muchos personajes, en momentos de pasajera juventud, cuando todavía estábamos insertos en la ignorancia, padecimos la presencia torpe de un excesivo “ego”No es menos cierto que los éxitos, sobre todos los que concede la moda social y con ello el público, normalmente superficial y poco conocedor de la esencia, nos hacen confiados y estamos próximos a perder la humildad, esa virtud de los grandes.
Entonces al ejercer el rencor, la envidia o la fácil presunción, es cuando perdemos nuestra dimensión. Nunca es buena la arrogancia Al regreso de las cimas.
La vida de un alpinista, luchador del idealismo, es siempre apasionante; pero también es un drama, que puede fácilmente convertirse en tragedia:
“Una avalancha le arrastró hasta el borde negro de un grieta… varias piedras cayeron rozándole la cabeza mientras escalaba… subiendo los precipicios de hielo temía el resbalón que le precipitaría en el abismo… sintió como se apretaba contra la roca cuando los rayos le rodeaban con sus impresionantes descargas sobre una repisa…”
Una simple lesión puede ser la muerte. Las posibilidades de ayuda, ajenas a ti mismo son casi siempre inexistentes…
La lección de esta vida llena de altura y belleza, es haber ganado la confianza al perseguir las ilusiones y haber aprendido a vivir y también a “sobrevivir”.
Este cronista de la vida alpina que no ha cesado de ir en pos de las cimas en cincuenta años, sabe de la zozobra íntima en la fascinación de la escalada; no la escalada del ayer, sino de hoy mismo, viéndose frágil sobre una placa de granito, mirando hacia la clavija de seguro (¿) varios metros por debajo, y teniendo que decidirse por los pasos crispados a la aventura, sabe lo que representa la humildad, esa tranquilidad de espíritu acompañada del honor en la voluntad de superación.
Una vida de peligros, un recital de vivencias, lejos de los confines de la vida normal, por encima de la Tierra, para tener la sensación extraordinaria de estar absolutamente vivo y lleno de honor.
Vida apasionante, un drama como es la vida misma, repetidas tragedias de otros y aún de nosotros mismos.¿En que otra actividad mítico-deportiva hay tanta vida cerca de la muerte?
Muerte o tragedia qué a todos puede afectarnos
¿No tenemos la conciencia clara sobre la inmaterialidad del ideal, de la actitud místico-poética del alpinismo, metafísica del misterio que cada uno de nosotros llevamos en el hondón del alma?.
Repito mi respeto más absoluto hacia todos los que practicaron el alpinismo, vivos o muertos. Siento hacia ellos una profunda admiración, y se que todos poseen en su interior ese honor ganado con sufrimientos, mezcla de alegría y zozobra, hasta lograr la paz de la cima, la cumbre del ideal.
Quizás con el paso del tiempo declinemos algo en nuestra actividad ¿Pero declinará el alma?.
Si Dios así lo permitiera, todavía querríamos alcanzar cien cumbres más: El Erebús, el Puntiagudo, el Robson… Volver como tantas veces al Mont Blanc y quizás a la asfixia del Himalaya ¿Me llegaran las fuerzas? ¿Mi gastado corazón soportará tantos esfuerzos y emociones? Seguiremos elevándome sobre el miedo y agradeciendo siempre a Dios ese ánimo y ese honor que nos instala firmemente en nosotros mismos.
Cada vez tengo más claro que las cimas son los “cervinos” de la ilusión, fuente de la juventud permanente. Hasta hoy mismo mi vida me resulta fascinante: soy quién quise ser de niño, cuando la pureza estaba lejos de la materialidad. Mis capítulos de vida extrema, son capítulos de historia que me instalan firmemente en mi mismo, en el sentido de la paz, contento con mi destino que comporta buena y mala suerte al mismo tiempo.
¿Acaso no he fracasado varias veces en el mismo Everest?
Yo noto la imperiosa necesidad de agradecer a Dios, -a quien si no-, mi vida excelsa, de estudioso de la aventura y de explorador de montañas; de ser quien soy, en paz conmigo y dispuesto a seguir subiendo, pero sabiendo que no hubiera sobrevivido en pasadas aventuras sin su ayuda.
Yo solo nunca habría podido ser quien ahora soy.
A veces, en estas últimas semanas, cuando me encuentro en lo alto de una montaña, dispuesto a salir volando colgado de mi “cometa” veo abajo los campos cárdenos del miedo y entonces me invade la torpeza que suele ser mi compañera. Cuando supero esa congoja salgo al viento de lo abierto sintiendo los bandazos del aire, y entre sus violentos zarandeos, no tengo más remedio que volver a dar las gracias a Dios, el gran y supremo misterio, quién ha permitido que un ser débil y muchas veces desvalido pueda vivir la gran aventura de ver las cimas desde lo alto.
En 50 años de vida fascinante he de decir con honor, como el capitán Alonso de Contreras:
“He visto situaciones que muchos no podrían siquiera imaginar”
* César Pérez de Tudela es explorador alpino.También es miembro de la Real Academia de Doctores de España, escritor y periodista.
Fuente: Blog oficial de Cesar Perez de Tuleda (21-11-2010)

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