lunes, 18 de mayo de 2009

Ruta "la Tirolina".

El día no amaneció para muchas rutas, pero no obstante los montañeros cumplieron y acudieron a la cita.

A las 8:30 en el lugar de costumbre, en la Avenida del Valle, se reunieron los participantes. Acto seguido todos subimos al autobús y nos pusimos en camino hacia Tornavacas, lugar de partida del evento.

Haciendo honor a la modalidad otorgada por el club a la actividad, numerosa copia de "pitufería" se incorporó al grupo. A "ojo de buen cubero", sin echar mano de cifras exactas, diría que había cerca de 30 niños de un total de 52 plazas que completó el autobús fletado.

A las 9:50 dio comienzo la excursión, saliendo de pueblo de Tornavacas. El día iba despejando y prometía por tanto cumplir con las espectativas de buen tiempo auguradas por los distintos servicios meteorológicos. El punto de partida es el habitual de esta localidad, que muchos conocerán de otra excursión, la Carlos V. De hecho, parte del recorrido inicial transcurre por el mismo trayecto que esta ruta, concretamente hasta el Puente Nuevo.

Esto nos permitió admirar un paisaje, el del Valle del Jerte, a temprana hora de la mañana y desde el que se podía divisar facílmente gran parte del mismo, inundado de fincas llenas de cerezos.

Cerezos que tenían frutos, verdes o maduros, según la variedad o la zona.


A nuestro ritmo, con los descansos y "cigarritos montañeros" oportunos, "piano piano" ascendimos por un precioso bosque de robles en la umbría, pasamos por el Collado de las Losas y descendiendo a la Garganta de los Tres Cerros legamos a falta de un cuarto de hora para la una al Puente Nuevo, quizá la más conocida de las fotos de la ruta de Carlos V, como demuestra el grupo de "camisetas verdes", que se estaban "afotando". Parece que era un grupo portugués.

Después de las fotos de rigor, el grupo emprendió el camino evitando la costosa subida que da acceso al valle de la Garganta del Collado de las Yeguas, atendiendo a los Jóvenes Castores que llevábamos con nosotros. A decir verdad en general venían aguantando el tirón y comportándose como auténticos montañeros. Bordeando por la ladera el Cerro de la Encinilla nos acercamos a la última garganta citada, donde se celebró la enésima reunión culinaria-enológica del grupo.

Con todo tipo de viandas por medio se pasó el rato, a la sombra el que pudo y el que no a la luz de Lorenzo, desde la una y media hasta las dos y media.

Por fin venía el punto fuerte de la actividad, la tirolina, para los peques y los no tan peques. Algunos de los grandes se lo pasaron mejor que los primeros, especialmente remojando a los veteranos. Por su parte los "pitufos" se lo pasaron pipa, ajustándose arneses y cascos y por supuesto deslizándose por el mecanismo de cuerdas, que habían sido instalados y que funcionaron a la perfección durante todo el rato que duró la actividad, con abundancia de material necesario se refiere: arneses y cascos.














Finalmente después de unos cuentos remojones para los mayores y tras repetir cuantas veces quisieron los pequeños, se puso en marcha el grupo sobre las cuatro de la tarde para ir descendiendo por la Garganta del C. de las Yeguas, lentamente por un fácil sendero hasta toparnos con los famosos Pilones, que por cierto llevaban bastante agua.

Finalmente y tras esto, comenzamos el descenso por el conocido camino hasta el Campamento Carlos V y Centro de Interpretación, nuevamente por un denso robledal.

Sobre las seis de la tarde por último, algunos visitaron el centro y otros omitieron la vista, pero todos acabamos en el chiringo adyacente disfrutando de un merecido refresco o de la cervecita de rigor, en función de la edad o de lo bien que cada uno se hubiese portado.

JP.

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